En la arena y los cerros de las faldas del Misti, desde hace cinco años el padre Conrado Franco Lorenzo edifica nuevos caminos. El misionero español vive en el distrito de Alto Selva Alegre, ubicado en la periferia de Arequipa, entregado a su labor pastoral para que florezca la esperanza en medio de la arena, un desierto que le recuerda a la querida África de san Daniel Comboni», como manifestó al iniciar la entrevista.
Todo conspiró para lograr el encuentro con el misionero que decidió seguir a Cristo desde los diez años. Conrado Franco sabe que aún hay mucho por hacer en los once sectores que comprenden la parroquia «El Buen Comboni para llegar al Corazón de África»,comenta. Entre las rocas y barrancos de estas tierras habitan 30 mil personas, una población en constante crecimiento, con migrantes del Cusco, Puno y Abancay, y de la que el párroco es el padre Conrado, incansable misionero de 68 años de edad, que nunca da nada por hecho en esta misión. «Cuando alcanzamos una meta, es más bien cuando la empezamos», asegura.
La riqueza de una misión
El trabajo que el sacerdote realiza a 2.500 m.s.n.m., le brinda a diario satisfacciones. Cada día va observando y transformando la vida de la gente. El esfuerzo, la constancia y la fe de quienes habitan las orillas de la segunda ciudad más poblada del Perú, es su mayor fortaleza para continuar con su labor pastoral. Altos índices de pobreza, violencia familiar, desnutrición y trabajadores subempleados son algunos de los problemas sociales que saltan a la vista en las faldas del Misti.
En esta realidad, la labor que realizan los Misioneros Combonianos en el distrito de Alto Selva Alegre y en Villa Ecológica es un valioso soporte para los pobladores de a pie. El padre Conrado, especializado en pastoral teológica, reconoce que la gratitud, los gestos de solidaridad y el cariño que recibe de la gente son la mejor señal de la confianza que tienen en la Iglesia.
Camino firme en la vocación
Preguntado sobre su camino al sacerdocio, el padre Conrado recuerda que ingresó al seminario cuando aún no había concluido el colegio. Al terminar el nivel secundario, tenía muy claro que sería sacerdote. «Descubrí que Jesús tenía algo para mí, así que me dispuse a escucharlo», confiesa. En la ciudad de Palencia, en el norte de España, estudio la Teología; recibió la ordenación sacerdotal el 29 de junio de 1975; trabajó como formador en Palencia, su pueblo natal, y en 1986 fue destinado al Perú, y a esta tierra vino para ganarse el corazón de los peruanos. Permaneció siete años en la parroquia «Los Doce Apóstoles» de Chorrillos, en Lima. Fue aquí donde confirmó que en el camino de la misión debemos reconocer como protagonistas a los pobladores, «los sacerdotes muchas veces somos vulnerables a ello; nos toca escuchar para evangelizar desde la propia vida, este es el verdadero sendero de la evangelización». Y para fortalecer una Iglesia en salida, como dice el papa Francisco, es una buena estrategia establecer escuelas de líderes juveniles. Su siguiente destino, durante cinco años, fue servir al Señor como Maestro de Novicios en Huánuco y «ver cómo el don de la fe logra que la vida de los demás se transforme, contemplar no solo en la teoría sino más bien en la práctica el amor misericordioso de Dios».
De misión con los inmigrantes
Un país que recibe inmigrantes siempre gana. Con esta seguridad, desde 2006 hasta 2012, el padre Conrado experimentó la pastoral con los migrantes: «Fui enviado nuevamente a mi país, España, para acompañar a los migrantes latinoamericanos que llegaban a Europa». En esta pastoral, llevada adelante por un equipo diocesano, se volcó a la tarea de re-evangelizarlos, formar agentes pastorales, asistirlos en el ejercicio de sus derechos humanos y sociales, con la certeza que el encuentro de culturas genera una gran riqueza social y siempre tendremos mucho que aprender de aquellos que salen fuera de su tierra en busca de un renacer para sus vidas.
Fuente: Revista Misión sin fronteras – Esther Nuñez Balbin