Misión hoy es vivir como buenos samaritanos, con los ojos del amor puestos sobre el otro, sobre el caminante e inmigrante, asaltado por los bandidos y abandonado en las cunetas de la carretera, sobre el ciego sentado al borde del camino que pide ayuda a la multitud indiferente. Estar en misión es abrir los ojos, sobre todo a quién busca la verdad y a quién derecho al anuncio del Evangelio. Estar en misión es seguir a Cristo con un renovado entusiasmo y con un coraje siempre nuevo. Siempre ad vitam.

Misión de un comboniano en África
La misión es caminar con Cristo según los signos de los tiempos y lugares. Escuchar el clamor del sufrimiento de los hermanos y hermanas conmovidos desde las entrañas que llegan hasta los oídos de quienes están dispuestos a socorrer a ese llamado, Por lo tanto, es exclusivamente de aquellas personas que saben escuchar en lo más profundo de su ser una voz que dice: «yo te amo y quiero que me ayudes a sembrar el amor en todos los corazones».
Misión es acudir a una llamada para ser instrumento de la gracia divina, para anunciar la Buena Nueva, para sanar las almas sumergidas en las tinieblas y en el sin sentido de la vida. Es ser instrumento de paz y de justicia en un mundo lleno de odio y dolor; pregonero de las palabras de Jesucristo. La Misión consiste en llevar el agua para calmar la sed hiriente, mano que bendice y que ama.

Jóvenes en un campamento misionero
La misión implica curar los corazones heridos, gritar en medio de las plazas, que el amor está vivo, sacar del sueño a los que duermen y liberar al cautivo, abolir las guerras, aliviar la miseria y el pecado, hacer temblar las piedras y ahuyentar a los lobos del rebaño. Misión implica ser cera blanda entre los dedos de Dios, para que Él pueda moldear como desea con la finalidad de salvar al mundo ya cansado, para amar a los hombres. Es dejar que Dios sea Dios en tu vida y conduzca a la humanidad hacia la su realización plena.